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Acuicultura e investigación en un rincón de Valdoviño, España

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La piscifactoría de Meirás produce 450.000 alevines de besugo al año y 70.000 de rodaballo

Un foco de investigación en acuicultura en un rincón de Valdoviño. En la parroquia de Meirás, en el medio de la playa de Os Botes y la ermita de A Virxe do Porto, se encuentra la piscifactoría que desde hace casi dos décadas está en manos de Isidro 1952. La ubicación, en un paraje natural, nunca ha convencido a los ecologistas, pero lo cierto es que hasta dieciséis empleados trabajan allí para llegar, en lo que al cultivo de pescado se refiere, antes que los demás. «Este producto acaba en casas de todas España y también del extranjero», asegura el responsable, Pablo Sánchez (A Coruña, 36 años), que vive en Valdoviño.

La piscifactoría centra ahora su actividad en tres especies: rodaballo, besugo y mero. De la primera poseen un stock de 70 reproductores de los que obtienen 70.000 alevines al año. Mientras, del besugo tienen 600 reproductores, de los que salen 450.000 alevines cada ejercicio. «Somos los únicos productores mundiales de esta especie», explica Pablo, y dice que se llegó a eso «gracias a la inversión de mucho tiempo y dinero».En Meirás hay una decena de tanques de reproductores, a los que les llega luz natural para favorecer el fotoperíodo.

Las puestas de los rodaballos suele ser en junio, mientras las de los besugos son entre diciembre y enero. A partir de ahí, llega el engorde, que en el caso de la primera especie se desarrolla en las mismas instalaciones, mientras la de los besugos se lleva a cabo en unas jaulas ubicadas en la ría de Lorbé, adonde se trasladan cuando pesan unos siete gramos. El engorde de los rodaballos puede durar hasta tres años y más del 50 % superan los cuatro kilogramos, y entre ellos hay incluso de más de seis kilogramos. En conjunto, se producen anualmente unas 120 toneladas. «Con esto conseguimos diferenciarnos del resto de los productores», comenta el responsable, que solo con su presencia delante de una piscina hace que todos los peces suban a la superficie, al saber que les va a dar de comer.

El agua utilizada viene directamente del océano, a veinte metros de profundidad, y está filtrada y pasada por luz ultravioleta. «Al estar tanto tiempo en cautividad, la calidad del agua tiene que ser máxima», subraya Pablo.

Quince años con el mero

El mero o cherna, como la denominan, protagoniza desde hace tiempo el apartado de la investigación. Se definen como «pioneros como empresa» en este apartado, en el que colaboran con el Instituto Español de Oceanografía y, asimismo, el acuario coruñés de Finisterrae. En total llevan unos quince años indagando sobre esta especie y, gracias a ello, cuentan con el mayor stock de reproductores a nivel nacional.Más de una treintena de viveros en total que esconden un mundo en Meirás. Desde allí, Pablo valora la acuicultura como algo «positivo y necesario» si se hace «con responsabilidad». La cetárea de Covas lleva 35 años en activo y vende el 80 % por teléfono e Internet.

Nécora, centolla, lubrigante, buey, cigala o camarón, en el apartado de los crustáceos. Almeja (babosa, fina y rubia), ostra, berberecho, percebe o zamburiña, en el de los moluscos. Todo eso se puede encontrar en la cetárea de Covas, que suma 35 años de actividad, los mismos que su propietario, José Luis Castrillón (Ferrol, 56 años). Se oferta como «la única de mar abierto» y expresan, en letras rojas, que para el vivero y la depuradora usan «solo agua de mar». «Es así, todo está muy controlado, no utilizamos ningún aditivo o cloro», asevera el dueño, que después de tanto tiempo ha percibido cambios en los gustos y en la forma de adquirir el producto. Ahora se vende «más variado» y, sobre todo, un 80 %, a clientes foráneos. A través de Internet, bajo la marca mariscogallego.com, llegan muchos encargos, pero también sigue habiendo casi más por teléfono, de compradores de toda la vida. Así, el marisco sale hacia Madrid, Barcelona o Alicante, entre otros muchos sitios. «Si lo piden por la tarde, a la mañana siguiente ya lo tienen», asegura José Luis. El verano y la Navidad son las épocas del año de más demanda, aunque eso también ha variado y la venta se reparte más durante todo el año.Las especie más cara de Covas es la langosta roja, que puede alcanzar hasta los 89 euros cada kilo, aunque por momentos se ve superada por el percebe, que incluso alcanza los 100 euros. La mayoría de las piezas, salvo alguna excepción, provienen de cerca, de la ría de Ferrol. «Eso nos permite, por ejemplo, tener zamburiña, que realmente existe aquí y en pocos sitios más. La mayoría de las veces es realmente volandeira», apunta. Los manjares de la ría se extienden por el panorama nacional.
Fuente: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/ferrol/valdovino/2018/05/18/acuicultura-investigacion-rincon-valdovino/0003_201805F18C2991.htm

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