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Cultivar peces: otra arma contra el hambre en África

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La falta de infraestructuras, mercados, piensos y variedades de peces de calidad limita el potencial de la acuicultura para la seguridad alimentaria en la región subsahariana del continente.

Escrito por: Carlos Laorden

En el lago Tanganica, esa enorme masa de agua que se reparten cuatro países africanos —Tanzania, Zambia, Burundi y la República Democrática del Congo— se ven algunas jaulas de cultivo para tilapias y siluros. Algunas comunidades locales empiezan a ver la acuicultura como una alternativa para los meses en los que no hay pesca en el lago. “Pero la actividad está todavía en su infancia”, observa Beatrice Marwa, asesora jefe de la Autoridad del lago Tanganica. La mayoría de quienes crían peces en esta zona se tienen que intercambiar los alevines y recurren a piensos caseros de baja calidad.

En África subsahariana hay, al menos, 224 millones de hambrientos. Con una población creciente, se prevé que la demanda de alimentos —y, en concreto, de proteínas— se dispare en los próximos años. Y en el continente se comen muy pocos animales marinos: 9,9 kilos por persona y año, frente a los 20,2 de la media global. Pero en África subsahariana, sobre todo en el este, la cifra baja aún más. Son solo dos kilos per cápita en lugares como Etiopía o Lesoto, según datos de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura).

Si no mejoramos la producción, el consumo de pescado por persona seguirá cayendo

¿Por qué tan poco? En primer lugar, porque el número de habitantes crece más rápido que el suministro de pescado comestible. Pero también porque las posibilidades de pescar más están limitadas: se han explotado muchos los recursos pesqueros de las costas africanas. También porque faltan infraestructuras para almacenar las capturas y que no se pudran (de media, se echa a perder entre el 20% y el 25% de lo producido, y en algunos lugares del continete el porcentaje se eleva a la mitad), y canales para venderlas o exportarla fuera de las comunidades que se dedican a ello. Y, por supuesto, por el poco desarrollo de la acuicultura. De hecho, África importa cada año desde China toneladas de peces de cultivo como la tilapia.

“Si no mejoramos la producción, el consumo de pescado por persona seguirá cayendo”, pronostica Manuel Barange, directivo de la FAO. “Por eso creemos que es necesario desarrollar la acuicultura. Y eso no es hacer un agujero, echar agua y meter cuatro peces”, agrega. “Tenemos mucho potencial de expansión, porque tenemos grandes cuerpos de agua”, opina Marwa. “Y un gran mercado en crecimiento”, añade.

Pero los desafíos no son pocos. En primer lugar, indica Barange, tiene que existir toda esa infraestructura que permita desarrollar la actividad y hacerla viable comercialmente: carreteras, almacenes, cadenas de frío, mercados… “Hace falta una decisión política para fomentar la acuicultura, como hizo China hace unos 30 años”. Hoy, con más del 70% del total, el gigante asiático es el mayor productor mundial de especies marinas cultivadas.
En África también hay ejemplos del estilo: en Nigeria, esa voluntad de las autoridades unida a importantes inversiones privadas ha hecho que el sector de la acuicultura se multiplique por 15 en 20 años: de 21.700 toneladas en 1999 a más de 316.000 según los últimos datos del Gobierno. El resto de África subsahariana junta (281.000 toneladas) no alcanza a la producción de pescado comestible nigeriana. Además del entorno adecuado, esa inversión ha conseguido responder a dos de los principales retos: la calidad del pienso y de las especies cultivadas.

“Los países no invierten lo suficiente”, reitera Marwa. “En el lago Tanganica la gente tiene que crear sus propios piensos. Algunos pueden comprarlo a dos fábricas que han abierto en Zambia, pero es demasiado caro para la mayoría”. Y eso que el pescado cultivado es “la proteína animal más eficiente del planeta”, según Melanie Siggs, directora de la Alianza Global de la Acuicultura (GAA, por sus siglas en inglés). Siggs sostiene que para generar un kilo de masa corporal, una vaca necesita ingerir más de 6,8 de alimento. Un cerdo 2,9, un pollo 1,7 y un pez de granja, de media, 1,1.

La gente tiene que crear sus propios piensos. Algunos pueden comprarlo a dos fábricas, pero es demasiado caro para la mayoría

Tradicionalmente, la harina y el aceite de pescado han sido el alimento predominante en la acuicultura. “Pero no somos capaces de producir suficiente y es muy caro”, reflexiona Niels Alsted, de la Federación Europea de Fabricantes de Alimentación Animal, Fefac. Alsted apuesta por explorar los ingredientes alternativos que permitan hacer más sostenible la acuicultura al tiempo que aseguran un buen crecimiento de los ejemplares cultivados. “Estamos experimentando y aprendiendo, por ejemplo con ingredientes vegetales u otros”.

En el lago Tanganica algunos usan aceite de palma o maíz, explica Marwa. “Pero nos faltan expertos en el continente”, añade. De hecho, investigadores como Trygve Berg, de la multinacional de alimentos para la acuicultura Skretting, alertan de la necesidad de estudiar a fondo las necesidades nutricionales de cada especie y, en concreto, las de aquellas menos exploradas, como son las endémicas africanas.
El pez gato o siluro es la especie estrella en Nigeria, y un protagonista importante del sector en todo África subsahariana, donde la actividad se realiza casi siempre tierra adentro, en cuerpos de agua continentales (1,9 millones de toneladas en 2016). La costera supone apenas 28.000. Y la continental se dedica en su totalidad a los peces con aleta —no se cultivan crustáceos ni moluscos— como el propio pez gato, que se cultiva también en el lago Tanganica. “También vemos mucha tilapia e incluso trucha en algunos países”, observa Marwa. “Pero la calidad de las variedades es mala”.

“La cría y selección de alevines es un problema, porque falta mucha calidad y luego su tasa de crecimiento no es buena”, insiste la asesora. “Pero tenemos especies indígenas que, con medios, podrían ser mejoradas si se establecen centros para cuidarlas”, añade. Hace años que llegaron a Malawi o Ghana variedades de tilapia hasta un 30% más productivas.

Pero en ocasiones, la lógica económica lleva a los acuicultores de la región a elegir las variedades más grandes, que tienen precios más altos. Pero precisamente el hecho de que sean más caras hace que muchas veces no encuentren compradores dados los bajos ingresos y las tasas de pobreza que sufren muchos de estos países. En Burundi, por ejemplo, casi ocho de cada 10 personas son oficialmente pobres.

La oportunidad está ahí, pero también los retos y los riesgos. “Hay que tener cuidado con hacer un uso excesivo de agua”, advierte Barange. O con contaminar el lago en el que muchos otros pescan para salir adelante, alerta Marwa. El cambio climático y las cada vez más erráticas lluvias que recibe el continente condicionan la producción agrícola, pero también afectan a la disponibilidad de agua para cultivar peces y algas. “Los países dudan y el tiempo sigue pasando”, dice Marwa. “Pero la necesidad es grande”.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/07/11/planeta_futuro/1531314462_617697.html

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