Aqua 2018, congreso internacional celebrado en Montpellier (Francia), ha puesto de manifiesto la necesidad de lograr una evolución en la acuicultura ecológica para hacer frente a la creciente demanda de pescado en el mundo y reducir el impacto negativo para el medio ambiente del cultivo en masa de peces.
Escrito por Alvaro Piqueras
“Produciremos más pescado, pero para poder hacerlo, es necesario que la acuicultura tenga un menor impacto para el medio ambiente porque tiene consecuencias para la propia acuicultura: hay cada vez más problemas de mortalidad entre los peces, además del riesgo de enfermedades”, asegura Lionel Dabbadie, investigador del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD).
Se da la circunstancia de que el consumo de pescado en el mundo está en gran medida determinado por la producción en psicifactorias, que proporcionan más de un 50 por ciento del total. Según el último informe de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la acuicultura representaba más del 53% de la producción de pescado en el mundo, con 171 millones de toneladas producidas en 2016. Además, el consumo anual de pescado por habitante en el planeta se situó en 20,5 kilos en 2017, mientras que en 1961 era sólo de 9 kilos.
Lionel Dabbadie asegura que el incremento de la demanda “no puede satisfacerse a través de la pesca” por las limitaciones impuestas. “Incluso impulsando la pesca sostenible, podremos mantener las existencias actuales de peces, pero estas no aumentarán, así que resulta básico que este incremento lo sufrague la piscicultura”, añade.
Dos sistemas a desarrollar
Para que la Acuicultura ecológica se imponga es necesario trabajar en dos sistemas: uno tradicional relacionado con la agroecología y el de las piscifactorías convencionales. El primero hace referencia a la piscicultura en campos de arroz, una práctica muy extendida en Asia que permite liberar, por la acción de los peces, nuevas sales nutritivas y favorecer el cultivo. También prodría extenderse a huertos y cultivos urbanos y aprovechar así los excrementos de los peces como abono.
En el caso de desarrollar la sostenibilidad de las piscifactorías convencionales, el ejemplo noruego es bastante gráfico: se introducen en las granjas de salmones una especie diminuta, los lumpos, que prolifera encima de las escamas de otros peces y que sirve como alternativa a los productos fitosanitarios.
Fuente. https://as.com/deporteyvida/2018/08/28/portada/1535472361_817346.html