Por: Alejandro Flores Nava* Oficina Regional de FAO para América Latina y el Caribe
Llevar un producto de la acuicultura a la mesa, debería suponer garantizar el mínimo impacto ambiental, el beneficio social de forma equitativa y una amplia accesibilidad de estos alimentos a la población en su conjunto. Por supuesto, con plena conciencia que la sostenibilidad económica es fundamental.
El enfoque de Cadena de valor es ampliamente aplicado por todos los sectores y agentes económicos desde su introducción en 1980 en Estados Unidos, para describir de forma analítica el agregado de valor a lo largo de las diversas etapas por las que pasa la generación de un producto.
Si bien fue desarrollado para caracterizar los procesos y actividades extensivas de una línea de producción, distribución y comercialización donde convergen elementos generadores de valor (y por lo tanto de precio) en la industria de transformación. Este enfoque, con las adaptaciones respectivas, es globalmente utilizado en la industria agropecuaria y por supuesto en la acuícola.
Pero ¿qué tiene que ver esto con la FAO?, pues bien, el mandato fundacional de la FAO tiene tres pilares: coadyuvar a la eliminación del hambre y la inseguridad alimentaria; a la eliminación de la pobreza rural y al uso sostenible de los recursos naturales. En este marco de actuación, nos encontramos en una transición de enfoque que ensancha la visión de cadena, incorporando el entorno y no solo el producto, con lo que adoptamos el enfoque que denominamos de sistema alimentario.
Es decir, el análisis (en consecuencia, las decisiones y acciones derivadas del mismo) incluye no solo la línea de producción-distribución-comercialización, sino el ecosistema en el que se produce y con ello la promoción de mejores prácticas para minimizar los impactos al entorno ambiental y social.
“El procesamiento no solo debe asegurar la calidad e inocuidad de los alimentos derivados de la acuicultura, sino debe garantizar el empleo decente y equitativo con enfoque de género.”
Con ello, la institucionalidad es también un relevante elemento del sistema, como lo son: la eficiencia en el transporte para minimizar su huella de carbono; la reducción de pérdidas y desperdicios en el proceso; el comercio justo y equitativo, y la inclusión de los productores más vulnerables.
En el otro extremo, el consumidor informado, la disponibilidad y accesibilidad de los productos, son pilares igualmente importantes del sistema alimentario de la acuicultura. Es decir, llevar un producto de la acuicultura a la mesa, debería suponer garantizar el mínimo impacto ambiental, el beneficio social de forma equitativa y una amplia accesibilidad de estos alimentos a la población en su conjunto.
“Por supuesto con plena conciencia que la sostenibilidad económica es fundamental, por lo que esta mirada sistémica no es en detrimento de la rentabilidad micro ni macroeconómica.“
Esta transición de enfoques la hemos denominado internamente transformación azul e incluye modificar nuestra manera de analizar los costos y los beneficios de la producción acuícola, a través de una planificación del desarrollo sectorial con visión sistémica y no exclusivamente económica a lo largo de la cadena que da valor al producto final, sea este pescado o marisco fresco o procesado.
Este cambio de óptica emplea el Enfoque Ecosistémico para que el fomento de las actividades acuícolas y conexas que consideren las dimensiones ecológica, social, económica e institucional y el diálogo entre ellas, lo cual ha sido ya una constante en la FAO.
Sin embargo, los Sistemas Alimentarios demandan una mayor amplitud de miras para revisar las interacciones de la unidad de producción (granja) con el ecosistema, con sus recursos y con sus servicios, en un contexto multiusuario. Con ello, se fortalece la sostenibilidad ambiental y se mejora el licenciamiento social.
Posteriormente, el procesamiento no solo debe asegurar la calidad e inocuidad de los alimentos derivados de la acuicultura, sino debe garantizar el empleo decente y equitativo con enfoque de género, lo cual aplica al resto de los bloques o subsistemas; con ello, las mejores prácticas de manipulación de alimentos y de seguridad ocupacional, sin duda abonarán a la estabilidad de las empresas y mejorarán los ingresos familiares. La inclusión de los pequeños productores en sistemas de proceso y comercialización más complejos abona a la equidad en la distribución de los beneficios.
“Las tendencias del mercado empiezan a pisar fuerte también en esta dirección.”
La transformación azul forma parte de la nueva visión de la FAO para las cuatro mejoras que constituyen el marco estratégico de la Organización: mejor producción, mejor nutrición, mejor ambiente y mejor calidad de vida.
* Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, Santiago, Chile | www.fao.org