Por: Artemia Salinas
La concientización de la globalización a partir de los problemas como la pandemia de COVID-19 y sus variantes, la crisis de los contenedores que originó, la guerra en Ucrania y sus efectos en el precio del petróleo y otros recursos energéticos, así como la inflación mundial a consecuencia de esta situación, nos obliga a pensar que habitamos un mundo interconectado y limitado… En definitiva, debemos reconsiderar los modelos de producción acuícola.
El mejor ejemplo de que las técnicas de producción acuícola deben de optimizarse hacia una acuicultura de precisión, en donde la restricción del uso de recursos esté acotado al suministro exacto de energía, agua y alimentos en relación directa con cada kilo ganado en biomasa de la especie en cultivo,.
Es el hecho de enfrentarse a una reducción en la disponibilidad mundial de estos recursos, debido a: los efectos del cambio climático, la competencia por estos recursos con otras actividades pecuarias e industriales y los efectos de la geopolítica y su influencia en las economías de los mercados mayoritariamente consumidores de las especies acuícolas de más alto valor.
Hasta ahora, el costo del desarrollo de la acuicultura, a escala global, ha sido pagado por los mercados orientados a consumir especies pesqueras con una limitada producción estacional y, por ende, con precios elevados, los cuales fueron sustituidos paulatinamente -desde hace más de 30 años- por las mismas especies, pero producidas por medio de la acuicultura.
Solo una gran demanda con un alto precio, podría haber financiado el desarrollo tecnológico de la producción acuícola de salmón y de camarón en el mundo.
Sin embargo, estas dos especies, se encuentran en el nivel trófico más alto de la cadena alimenticia en su propio hábitat, sus requerimientos de proteína animal marina para su desarrollo y crecimiento siempre han sido una limitante para controlar su elevado costo de producción.
Aun así, el crecimiento de la población y el estancamiento de las pesquerías mundiales, incluidas las de estas dos especies, permitieron que su creciente demanda financiara el desarrollo de tecnologías incipientes, sin consideraciones ecológicas, ni conceptos medio ambientales, tales como huella de carbono, y economía circular, por ejemplo, ni se tomara en cuenta el desmedido consumo de energía y recursos para hacerlo.
Hoy la situación es muy diferente… A pesar de que siguen siendo los mercados y no los Estados, los que promueven y financian el desarrollo de la acuicultura, el dimensionamiento del mundo tiene ahora una perspectiva limitada, que posiblemente hace 30 años no la tenía.
La concientización de la globalización a partir de los problemas como la pandemia de COVID-19 y sus variantes, la crisis de los contenedores que se originó a partir de la misma, la guerra en Ucrania y sus efectos en el precio del petróleo y otros recursos energéticos, y la inflación mundial a consecuencia de esta situación, nos obliga a pensar que habitamos un mundo interconectado y limitado.
Quizás sea la primera vez que la especie humana, en forma masiva, conceptualiza así el planeta. En este mundo limitado, y en consecuencia limitándose, debido a los efectos de la contaminación,
mala gestión de recursos y el cambio climático, tenemos que reconsiderar los modelos de producción acuícola bajo las siguientes premisas:
1) Sistemas de recirculación acuícola,
2) inteligencia artificial que aprenda y optimice el uso de recursos consecutivamente y
3) producción cerca de los mercados de consumo.
Este no es el futuro de la acuicultura, debe ser el presente.