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Socios inversionistas, una opción para crecer

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Por: Roberto Arosemena*

La decisión de aceptar en nuestra empresa acuícola a un socio inversionista es a veces difícil, pero cuando los términos son favorables para ambas partes, puede ser el inicio del crecimiento del negocio.

Hace no mucho tiempo leía un análisis sobre las empresas en México. El autor comentaba que uno de las principales razones por lo que muchas empresas fracasaban en México no eran problemas relacionados con rentabilidad, sino con el flujo de efectivo.

En otras palabras, se contaba con procesos y tecnologías de producción efectivos, mercados, márgenes de utilidad razonables, etc., pero sus calendarios de ingresos estaban desfasados con sus necesidades de efectivo y, al no contar con las reservas adecuadas, básicamente “se les acababa el dinero”.

“Muchas de estas empresas, entre ellas las acuícolas, no necesariamente desaparecen o quiebran, sino se convierten en empresas “zombies”, o sea no están ni muertas ni vivas, solo sobreviven sin lograr crecer y parecen estar condenadas a permanecer en esa categoría por muchos años.”

Esto nos hace ver la relevancia de poder contar con fuentes de financiamiento, no solo para garantizar la continuidad de la operación, sino para permitirnos asimismo crecer mucho más rápido de lo que lo pueda hacer con medios propios, y cuando el acceso a créditos comerciales resulta muy caro o inaccesible por las condiciones exigidas.

Entonces, los socios inversionistas se convierten en una opción importante. Existen muchos tipos de inversionistas que se diferencian unos de otros en varias formas.

Socios inversionistas

En primer lugar, está el tamaño, existen inversionistas particulares, personas físicas, quienes buscan opciones de inversión en montos moderados para tener un mayor rendimiento al que les ofrecen las inversiones bancarias.

Y existen también fondos de inversión gigantescos a los cuales si el proyecto no es de 100 millones de dólares para arriba no les interesa.

“Podemos observar también preferencia por invertir en áreas específicas, como puede ser telecomunicaciones o el sector agropecuario, por ejemplo.”

De igual forma, hay inversionistas cuya decisión se basa en la etapa de desarrollo o madurez en que se encuentre el negocio.

En artículos posteriores comentaremos con más amplitud sobre cada uno de ellos. Una de las aportaciones más importantes de una sociedad es la experiencia que el nuevo socio trae a la empresa con la cual se asocia, pudiendo mejorar los procesos administrativos y operativos para lograr mejores resultados.

“Sin embargo, muchas veces esto no es percibido como una ventaja por parte del acuicultor, sino una amenaza a tener que cambiar la forma en que se venían haciendo las cosas en la granja (aunque no dieran resultados).”

En muchas ocasiones el cambio en la gestión administrativa tiene un resultado positivo, igual o más importante, que la inyección de capital por sí sola.

Independientemente del tipo de inversionistas, la mayoría de ellos requieren o favorecen proyectos de inversión que reúnan ciertas características, entre las cuales mencionamos algunas de las más relevantes:

1. Seguridad jurídica.

Nadie quiere comprar problemas, razón por la cual los inversores siempre realizarán primero lo que se conoce como Debida Diligencia, se trata básicamente una revisión a fondo de los aspectos normativos, legales, contables y fiscales de la empresa que recibirá los recursos, con la finalidad de identificar áreas de riesgo que puedan poner en peligro su inversión en los años siguientes.

Es importante que la empresa esté al corriente del cumplimiento normativo requerido y, en particular, el tema de tenencia de la tierra esté debidamente sustentado y sin conflictos.

2. Mercado.

Debe existir un mercado establecido y en crecimiento para los productos que queremos cultivar y a precios que permitan obtener una utilidad. Dentro de este contexto se revisan aspectos como: demanda, oferta, logística, precios, competencia, valor agregado, etc.

3. Equipo técnico.
El proyecto de inversión deberá contar con un equipo técnico profesional, capaz, experimentado y que haya demostrado resultados en el pasado. Un buen carro de carreras sin piloto, no tiene valor.
4. Madurez de la empresa.

Si bien existe financiamiento privado para proyectos que apenas inician, los conocidos como Inversionistas Ángeles, la realidad es que mientras más madura sea la empresa más atractiva será para el inversionista.

Una empresa, independientemente de su tamaño, con varios años produciendo y vendiendo sus productos, despierta mayor confianza que una que no lo ha hecho.

5. Destino de los recursos.

Los recursos solicitados al inversionista deberán utilizarse para resolver problemas estructurales de la empresa, fortalecer la base productiva o para ampliar y diversificar sus mercados. Esto es, se debe aplicar en conceptos con un impacto directo sobre la operación y rentabilidad de la empresa.

Va a ser casi imposible que un inversionista quiera aportar recursos para temas como remodelar oficinas, arreglar el estacionamiento y cosas similares, ya que entonces se gastará el recurso y la situación operativa de la granja seguirá igual.

6. Diferenciadores y barreras de entrada.

El hecho de que la empresa cuente con algún aspecto que la diferencia de la mayoría es muy favorable. Puede cultivar una especie nativa de la cual no hay mucha oferta en el mercado, o tener una tecnología que le permite producir en forma más eficiente, o vende productos de valor agregado diferentes, etc.

Las barreras de entrada se refieren a los obstáculos existentes para que en el futuro surjan otros competidores que afecten al mercado, como por ejemplo: patentes de la tecnología utilizada o una línea genética difícil de obtener.

“Asociarse es un reto, muchas veces más cultural que legal o económico. Nos gusta ser jefes, nos gusta se hagan las cosas como nosotros decimos y no nos gusta que alguien más quiera venir a interferir en el “status quo” de las cosas.”

Sin embargo, si los socios logran establecer una base de confianza razonable y los términos de la sociedad se negocian, y documentan, en forma justa y razonable, las probabilidades de éxito son grandes.

Sobran ejemplos de grandes empresas en todo el mundo en donde la diferencia del antes y después, fue el haber establecido sociedades y asociaciones estratégicas que les permitieron sumar y complementar sus capacidades con otras empresas.

No le tengamos miedo a los socios inversionistas, ahí puede estar la clave para poder crecer y consolidar nuestra empresa y dejar de seguir siendo “zombies”.

Roberto Arosemena

Roberto Arosemena es Ingeniero Bioquímico con especialidad en Ciencias Marinas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Guaymas, y obtuvo su Maestría en Acuacultura por la Universidad de Auburn, Alabama en Estados Unidos.
Cuenta con más de 35 años de experiencia en el sector acuícola nacional e internacional.
Ha ocupado diferentes cargos tanto en el sector tanto privado como gubernamental entre los que destacan haber sido.
Presidente fundador de Productores Acuícolas Integrados de Sinaloa A.C., empresa integradora constituida por 32 granjas camaroneras. Fue Director General fundador del Instituto Sinaloense de Acuacultura por más de 9 años.
Se desempeñó como Secretario Técnico de la Comisión de Pesca en la Legislatura LXII en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
Asimismo, ocupó el cargo de Director Ejecutivo del Consejo Empresarial de Tilapia Mexicana A.C.
Actualmente se desempeña como Director General de NDC Consulting Group y como Socio Fundador y Director Ejecutivo del Centro Internacional de Estudios Estratégicos para la Acuicultura (Panamá).

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