Por: Andrés Martín Góngora Gómez,1 Antelmo Leal Montoya,2 Juan Antonio Hernández Sepúlveda1 y Manuel García Ulloa Gómez1
Los caracoles marinos siempre han sido considerados como objetos ornamentales, moneda de trueque y/o complemento en los símbolos religiosos de diferentes culturas; claro, cuando sus conchas están vacías. Pocas veces se observa el verdadero culto al valor real de estos organismos; el cual, radica en su demanda gastronómica, que, de hecho, es la principal razón por su interés pesquero.
Primero, se captura para consumo y, después, que sea usado en lo demás, nunca a la inversa. Sin embargo, este recurso representa un auténtico manjar para conocedores (Imagen 1).
Imagen1: Diferentes presentaciones gastronómicas (aguachile, izquierda; ceviche, centro) y comerciales (enlatado, derecha) del caracol “chino negro” y “chino rosado”.
Uno de los grupos de gastrópodos marinos más importantes en el Golfo de California está representado por los caracoles chinos; para ser más específicos, el caracol “chino negro”, Muricanthus nigritus, y el caracol “chino rosado”, Phyllonotus erythrostomus (Imagen 2).
Imagen 2. Conchas de caracoles “chino negro”, Muricanthus nigritus (izquierda de cada fotografía) y chino rosado, Phyllonotus erythrostomus (derecha de cada fotografía).
De acuerdo a las últimas estadísticas oficiales de captura disponibles (Anuario Estadístico de Acuacultura y Pesca 2018), la pesca de caracoles —en ese año— arrojó 16,608 toneladas de peso vivo, equivalentes a $186,220.00 pesos, lo que representó tan sólo, el 0.45% de la participación en el valor total de producción pesquera nacional.
Aunque existen diferentes especies de caracoles en los litorales del país, los más distintivos, los que por su importancia han ameritado ser vedados son: el caracol “blanco” o “rosado” (Lobatus costatus), el caracol “chacpel” (Triplofusus giganteus), el caracol “chivita” (Melongena corona o Melongena melongena), el caracol “lanceta” (Lobatus costatus), y el caracol “tomburro” (Turbinella angulata).
Es decir, los caracoles chinos de la costa de Sinaloa aportan muy poco a las cifras oficiales; de hecho, no figuran en la lista de los mencionados. Sin embargo, se reportaron 915 toneladas en dicho estado, que aportaron una ganancia de $14,243.00 pesos; lo que, de facto, los coloca como especies de explotación y consumo doméstico, pero —a la vez— sin protección en esta entidad.
A diferencia de sus parientes los ostiones, de estos animales se consume —principalmente— su músculo, no su gónada, y la totalidad de su tejido blando; por lo que, pareciera, que su masa muscular no sufriría cambios aparentes en sabor y textura, independientemente de la época del año en que se capture (Imagen 3).
Imagen 3. Músculo de caracol chino recién procesado de la captura y embolsado en agua de mar, para su preservación hasta su consumo en establecimientos locales.
En las costas centro-norte de Sinaloa, el caracol “chino negro” se captura a mano, con chinchorro o mediante buceo, todo el año; pero con mayor intensidad durante los meses de julio a septiembre. Por otro lado, en las costas del municipio de Guasave, el caracol “chino rosado” es extraído con chinchorro con gran frecuencia de abril a julio; mientras que en el municipio de Ahome cae en trampas o jaulas y se bucea durante todo el año.
Específicamente, para el “chino negro” se captura también a mano, cuando quedan a la vista en bajamar, y con frecuencia, su pesca coincide con la época de su reproducción, que —según reportes con poblaciones de la región del norte-centro de Sinaloa— es de agosto a septiembre (Imagen 4).
Imagen 4. Captura a mano en bajamar (izquierda) y buceo a profundidad (derecha) de caracoles chinos, “negro” y “rosado”, en costas de los municipios de Guasave y Ahome, Sinaloa, respectivamente.
Para el caracol “chino rosado” no existe información de su reproducción en la costa este del Golfo de California, sólo en poblaciones que se localizan en Baja California Sur, cuya intensidad reproductiva es patente, de mayo a julio.
A veces, es frecuente observar —cuando baja la marea— caracoles “chino negro” amontonados, inmóviles y/o con estructuras externas de coloración desde blanco a púrpura. Dichas estructuras son el producto de su vorágine reproductiva, masas de huevos en forma de copa, contenedores repletos de embriones en desarrollo; los cuales, son adheridos a las conchas (o entre ellos mismos), durante la reproducción.
De acuerdo a su tiempo de incubación y desarrollo del embrión, cambian de color: primero blanquecinos y, después, gris plomo (Imagen 5).
Imagen 5. Masas de huevos adheridas a la concha (izquierda); copas o cápsulas que componen la masa de huevos (centro); y embrión en desarrollo (derecha) del caracol “chino negro”.
Es muy frecuente encontrar restos de caracoles en las zonas de captura, sin animal, pero aún con esas estructuras externas secas y moradas, sujetas a la concha: tonalidad típica que indica la presencia de embriones muertos.
En el caso de la masa de huevos de los caracoles “chino rosado”, se distinguen porque parecen una masa de pasta de espagueti o sopa instantánea, amarillentas (conocidas como “maruchan” entre los pescadores), que quedan libres y apelotonadas para moverse a expensas de las corrientes del agua (Imagen 6).
Imagen 6. Masas de huevos del caracol “chino rosado”.
La diferenciación, a tiempo, de ambas estructuras que componen las masas de huevos de estos caracoles es muy importante como, tal vez, una última estrategia de su conservación y protección de una manera práctica y local.
Ya sea para los pescadores o para cualquiera de los habitantes de las comunidades costeras o visitantes, es muy recomendable que inmediatamente después de que un caracol “chino negro” con masas de huevos en su concha ha sido capturado y despojado del animal, la concha no se deseche en la playa —como se observa en varios “cementerios de caracoles” en los esteros (Imagen 7)— sino que sea regresada al agua, donde los embriones podrán proseguir con su desarrollo, contribuyendo con su permanencia.
Imagen 7. “Cementerio” de conchas de caracoles chinos en las costas del norte-centro de Sinaloa (izquierda). Caracoles “chino negro” en el “cementerio”, que muestran masas de huevos muertas (derecha).
Pero, definitivamente, lo ideal sería no capturarlo
El mismo simple principio de “devolverla al agua” debe hacerse cuando una masa de huevos del caracol “chino rosado” sea encontrado en la playa o expuesto a la intemperie en el estero.
Por todo esto, los caracoles “chino negro” y “chino rosado” exigen permanecer no sólo como objetos de exhibición histórica en los museos o regalos ornamentales que se adquieren en tiendas de conchas, sino, también, en los lugares donde estos asombrosos animales residen, y más aún, cuando se reproducen.
Respetar sus eventos reproductivosmasas de huevos (copas para el caracol “chino negro” o madejas de pasta de espagueti o sopa instantánea “maruchan” para el caracol “chino rosado”) en las que se encuentran miles de larvas que representan su potencial de resiliencia, es la mejor forma de rendirles tributo como el patrimonio biológico que representan para todas las localidades donde habitan, como en las costas de Sinaloa.
1 Instituto Politécnico Nacional, Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR)-Unidad Sinaloa, Guasave, Sinaloa
2 Universidad Autónoma de Occidente, Unidad Regional Guasave, Sinaloa.