Por: Roberto Arosemena*
El potencial de financiamiento de la industria acuícola por medio de créditos de carbono aún se encuentra en proceso de definición. Sin embargo, en algunos casos específicos, esto ya se ha convertido en una realidad.
El cambio climático es un fenómeno ampliamente conocido y sus consecuencias se sienten en todo el mundo, a menudo con efectos catastróficos. Es causado por el calentamiento global que, a su vez, se origina en el “efecto invernadero”. Este efecto es producido por la acumulación de ciertos gases en la atmósfera, los cuales impiden que el calor recibido del sol sea irradiado de regreso al espacio, generando un aumento en la temperatura global.
Los principales gases responsables de esto son el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O). Entre ellos, el CO2 es el más importante debido a su alta concentración y permanencia en la atmósfera.
En respuesta a esta situación, se están realizando esfuerzos a escala mundial para reducir la producción de CO2 y fomentar actividades y proyectos que absorban este gas y lo retiren de la atmósfera. Surgieron así los bonos y créditos de carbono, que se comercializan en los Mercados de Carbono, plataformas digitales especializadas para este fin.
Los bonos son instrumentos financieros generados por gobiernos nacionales o grandes empresas, mientras que los créditos pueden ser generados por cualquier empresa o proyecto que cumpla con los requisitos necesarios. En este artículo nos enfocaremos en los créditos, que son los más aplicables a nuestro sector.
“Es importante destacar que los créditos de carbono pueden ser una oportunidad para la acuicultura, ya que esta actividad puede contribuir a la reducción de emisiones y al secuestro de carbono a través de prácticas sostenibles y la conservación de ecosistemas marinos.”
Sin embargo, es necesario definir de manera más precisa cómo se puede aplicar el concepto de carbono azul en el contexto de la acuicultura y cómo se pueden generar créditos de carbono, específicamente, para este sector.
Un “crédito de carbono” es una unidad de medida equivalente a una tonelada de CO2, y es lo que se compra y vende en los mercados de carbono. El funcionamiento de estos mercados es un concepto no muy complicado. Por un lado, existen empresas que, a pesar de haber hecho todos los esfuerzos necesarios y económicamente viables, siguen generando una cantidad de CO2 mayor de lo permitido por las regulaciones.
Por ejemplo, pueden tener autorizadas 500 toneladas de CO2, pero producen 600 toneladas. Por otro lado, existen empresas y proyectos que, debido a su naturaleza, capturan y almacenan CO2, ya sea a través de la reforestación u otros métodos, como la captura directa del aire.
“Estas acciones deben ser certificadas por organismos autorizados. Si una de estas empresas captura y almacena 100 toneladas de CO2, puede generar 100 créditos de carbono. Estos créditos pueden ser comprados por la empresa mencionada anteriormente, que excedía su límite en 100 toneladas, permitiéndole cumplir con las regulaciones establecidas.”
De esta manera, los créditos de carbono facilitan el equilibrio entre las emisiones excesivas de unas empresas y la capacidad de absorción de CO2 de otras. Al adquirir créditos de carbono, las empresas que emiten más CO2 del permitido pueden compensar sus emisiones al apoyar proyectos y actividades que reduzcan las emisiones o capturen CO2. Esto fomenta la reducción global de emisiones y ayuda a mitigar el cambio climático.
Los precios de los créditos de carbono pueden variar según el país de emisión y factores como la oferta y la demanda. A manera de referencia, en Estados Unidos en este año 2023, el precio oscila entre US$40 y US$80 por crédito. En México, el precio actual es de solo US$10 debido a que recién este año se implementará el Sistema de Comercio de Emisiones, que promoverá y regulará este mercado. Se espera que en el futuro haya un incremento significativo en el precio.
El término “carbono azul” se refiere al CO2 que es absorbido y almacenado por los ecosistemas marinos. Los ecosistemas más avanzados en el desarrollo de metodologías de medición y evaluación de su capacidad de captación y almacenamiento, lo que les permite emitir créditos de carbono, son los manglares, los pastos marinos y las marismas.
Recientemente, las macroalgas también están ganando protagonismo en el debate sobre los ecosistemas marinos capaces de generar créditos de carbono.
“Proyectos destinados a la restauración, mantenimiento o expansión de manglares, pastos marinos y marismas pueden generar créditos de carbono y comercializarlos. Esto brinda la oportunidad de obtener financiamiento para operaciones acuícolas que cuenten con manglares, marismas o zonas de pastos marinos en sus áreas de reserva o influencia, e implementen proyectos para mejorar su capacidad de captura y almacenamiento de carbono.”
Estudios han demostrado que las macroalgas tienen una tasa de absorción de carbono 50 veces mayor y producen un 70% más de oxígeno que las plantas terrestres. Se estima que, a escala mundial, las macroalgas capturan entre 175 y 200 millones de toneladas de CO2 (fuente: https://bityl.co/Jkl0).
Por tanto, ha surgido un gran interés en generar créditos de carbono en las operaciones de cultivo de macroalgas. Sin embargo, el proceso para emitir los créditos es costoso y prolongado, y apenas se ha iniciado este camino. En primer lugar, se debe desarrollar una metodología para medir los niveles de captura de carbono de la actividad. Luego, elaborar un proyecto que cumpla con estrictos requisitos establecidos por terceros certificados encargados de emitir los créditos.
“Durante el proceso productivo, se debe validar que se están alcanzando los objetivos establecidos. Una vez verificado todo lo anterior, las entidades autorizadas podrán emitir los créditos, que luego podrán ser comercializados en plataformas especializadas creadas para este propósito.”
El cultivo de macroalgas tiene un gran potencial en la generación de créditos de carbono, lo que abre oportunidades para que las empresas acuícolas puedan establecer áreas de cultivo de macroalgas alrededor o entre sus jaulas de peces. Además, grandes proyectos de parques marinos eólicos en Europa también están considerando el cultivo de macroalgas junto a sus generadores.
El potencial es tan significativo que ya existen diversos proyectos en todo el mundo enfocados en el cultivo de macroalgas con el objetivo específico de generar créditos de carbono, en lugar de aprovechar las algas en sí. Empresas como CarbonCure, Running Tide y SeaForest, entre otras, han recaudado inversiones de millones de dólares de capital con este propósito.
Estas empresas señalan que, en promedio, sus proyectos pueden capturar entre 300 y 400 toneladas de CO2 por hectárea al año. Después de la cosecha, las macroalgas se hunden en el fondo del mar para que el carbono capturado sea secuestrado y almacenado.
El cultivo de macroalgas como un cultivo secundario o paralelo a la cría de otras especies es una opción que los acuicultores deben considerar, ya que podría generar ingresos adicionales, no solo a través de la venta de las algas, sino también mediante la generación de créditos de carbono.
Si bien el mundo de los bonos y créditos de carbono tiene sus complicaciones y regulaciones, su potencial futuro es muy prometedor y los mercados de carbono a escala mundial se fortalecen cada día. La acuicultura no debe quedarse atrás, sino más bien aprender a capitalizar este potencial y contribuir en esta forma a la lucha contra el cambio climático.
Roberto Arosemena es Ingeniero Bioquímico con especialidad en Ciencias Marinas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Guaymas, y obtuvo su Maestría en Acuacultura por la Universidad de Auburn, Alabama en Estados Unidos.
Cuenta con más de 35 años de experiencia en el sector acuícola nacional e internacional.
Ha ocupado diferentes cargos tanto en el sector tanto privado como gubernamental entre los que destacan haber sido.
Presidente fundador de Productores Acuícolas Integrados de Sinaloa A.C., empresa integradora constituida por 32 granjas camaroneras.
Fue Director General fundador del Instituto Sinaloense de Acuacultura por más de 9 años.
Se desempeñó como Secretario Técnico de la Comisión de Pesca en la Legislatura LXII en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
Asimismo, ocupó el cargo de Director Ejecutivo del Consejo Empresarial de Tilapia Mexicana A.C., Actualmente se desempeña como Director General de NDC Consulting Group y como Socio Fundador y Director Ejecutivo del Centro Internacional de Estudios Estratégicos para la Acuicultura (Panamá).