Por: COMEPESCA*
Aunque los que vivimos en las montañas tengamos la tendencia de pensar que el mar está muy lejos y que nada tiene que ver con nosotros, y viceversa, la realidad es que mientras más avanza el conocimiento, más cuenta nos damos de que la salud de unos es la salud de otros.
El cambio climático es un hecho, y la participación de los desechos de las actividades humanas en este cambio hoy es indiscutible. Si algo hemos aprendido con esta situación, es que, por inmenso que nos parezca nuestro planeta, por ilimitado que parezcan sus recursos, por lo generoso que siempre ha sido con nuestra y todas las demás especies, no es ilimitado, se daña si se abusa. Todas las especies dependemos de él, pero, sobre todo, todo está ligado.
¡Así es! Todo está ligado, aunque los que vivimos en las montañas tengamos la tendencia de pensar que el mar está muy lejos y que nada tiene que ver con nosotros, y viceversa. La realidad es que mientras más avanza el conocimiento, más cuenta nos damos de que la salud de unos es la salud de otros.
Por ejemplo, océanos, montañas, playas y cuencas…, las aguas vertidas por los ríos ayudan a aportar nutrientes al mar fertilizándolo; a su vez, en el mar se evapora agua que al trasladarse y enfriarse, tras chocar con las montañas, cae en forma de lluvia, esencial para la vida en los bosques y selvas.
Junio es el mes de los océanos y, por supuesto, es muy importante para el 60% de la población mundial, que hoy vive en las zonas costeras, y para el 2030 se estima sea el 70%, pero… ¿y para los demás?
México es un país excepcional en muchos aspectos, inclusive, es la excepción de la tendencia mundial. Solo vive el 25% de la población en las costas. De las 10 ciudades más pobladas, solo hay una en la costa: Tijuana (que, además, no es netamente costera).
Así, la mayoría de los mexicanos no tienen una relación directa cotidiana con los océanos. Sin embargo, su vida está ligada al mar, ya sea por la evidente comida y agua, sitios de recreo, recursos minerales y mil cosas más, que generosamente nos llegan del mar, gracias al trabajo y esfuerzo de las personas que saben cómo aprovechar sus recursos.
Un ejemplo claro de estas interacciones de gran importancia son los arrecifes de coral. Hoy, se conoce muy bien el crucial papel de los arrecifes en la estabilidad de las costas, de su protección contra huracanes y tormentas, del gran sitio de reproducción y refugio que es para las miles de especies marinas, muchas de ellas comerciales, pero su protección y restauración pareciera un asunto local del arrecife. Nada más alejado de la realidad.
Un gran enemigo de los corales es el sedimento en el agua, los ahoga, y este sedimento se ha incrementado de forma alarmante en estos últimos años… ¡proveniente de las montañas!
Efectivamente, la erosión de los suelos en las partes centrales y montañosas es desastrosa para los corales, a cientos de kilómetros de distancia.
Así, se genera un círculo vicioso: menos corales es más vulnerabilidad ante tormentas y huracanes, a más tormentas más lluvias violentas en las montañas desprovistas de bosques, que, a su vez, provocan más erosión, la cual llega al mar y asfixia a los corales.
Por eso, no es exagerado decir que cualquier acción de conservación, restauración y producción regenerativa tiene un impacto significativo, tanto en el lugar donde se desarrolla como a cientos de kilómetros de ella. Y, por supuesto, la acuicultura de aguas interiores juega un papel muy importante en ello.
El principal insumo para la acuicultura es justamente el agua. En ella sucede casi todo, por lo que es de gran… gran importancia para esta actividad.
Los acuicultores lo que más vigilan es el aprovisionamiento del agua, su calidad, temperatura y turbidez, actuando de manera rápida ante cualquier cambio en el caudal o la calidad para corregirlo.
Lo último que necesitan los peces son sedimentos en el agua, siendo los acuicultores vigilantes y actores en la defensa del agua limpia. Por eso, la acuicultura rural es un gran aliado en el control de los residuos y sedimentos que pudieran llegar en ella, para el beneficio evidente de su propia actividad, pero también, a veces sin saberlo, para el control de la erosión que ensuelve lagos, presas, lagunas e, inclusive, el mar, protegiendo a los arrecifes a muchos kilómetros de distancia.
De esta manera, la acuicultura de aguas interiores es un aliado importante no solo para producir alimentos de alta calidad, para el bienestar económico y arraigo de miles de familias rurales, sino un aliado importante para la conservación, limpieza y restauración de los manantiales, ríos, lagos, presas y lagunas.
Todo está ligado, hasta el consumidor responsable e informado tiene mucho que ver. Cuando se compra un producto local de acuicultura, se logra que miles de familias vivan mejor; además de que los recursos sean aprovechados racionalmente, en especial, que el agua se cuide, ya que… el mar empieza en las montañas.
Este artículo es patrocinado por: COMEPESCA.