Por: David Ulloa Walker*
Al igual que los salmones regresan a su lugar de origen nadando contra la corriente, también es necesario retornar a lo básico, a los principios fundamentales que rigen los fenómenos naturales y, a partir de esta comprensión, pasar a la búsqueda de soluciones prácticas a desafíos que aquejan a la sociedad y más concretamente a las empresas que intentan resolverlos para ganar un espacio de mercado.
La ciencia básica y la ciencia aplicada son complementarias, pero la primera es la base para pasar a la segunda. En ocasiones, la urgencia de resultados y la ansiedad por el éxito comercial, hacen que se salten etapas y se pierda el foco de lo básico, de los fundamentos que subyacen a los fenómenos o procesos investigados, es cuando la paciencia y la perseverancia son aliados necesarios.
La innovación, como resultado exitoso de ciencia aplicada, es lo que permite a las empresas generar valor para mantenerse en el tiempo en un entorno cambiante; sin embargo, se debe ser fiel y consecuente con lo que define estos procesos.
La tentación de las empresas de etiquetarse como innovadoras es muy grande, ya que es un atributo valorado por el mercado, y en un mundo digitalizado, la visibilidad y aprobación son imanes para vestirse de aquello que está de moda. Lo mismo sucede con otros conceptos o cualidades atractivas para la sociedad que son tendencia, tales como: eficiencia energética, economía circular, sostenibilidad, bienestar animal, incluyendo algunas más clásicas e igual de vigentes como huella de carbono, revolución azul, tecnologías verdes o ambientalmente amigables, energías renovables, carbono neutral.
Todos estos conceptos tienen en común el cuidado del medio ambiente y el respeto por la naturaleza, y son frecuentemente citados en el mundo empresarial.
A fines del siglo pasado, Peter Drucker anticipó el rol fundamental de la acuicultura, siendo un visionario para su época. En su extensa obra sobre el liderazgo y la gestión de negocios, escribió respecto de la innovación, que está basada en la disciplina y trabajo metódico, más que en súbita inspiración.

Dentro de la acuicultura mundial, la industria del salmón es protagonista y está dedicada a proveer de proteína de calidad y saludable para el consumo de la población, por lo que está sometida a variadas exigencias propias del mercado de los alimentos, como de los grupos de interés (stakeholders) que incluyen al gobierno, accionistas, proveedores, clientes, comunidades locales, organismos no gubernamentales, colaboradores, entre otros.
En este contexto, es clave entender que la sostenibilidad es ambiental, social y económica, por lo que solo se puede ser responsable con el medio ambiente y el entorno, cuando las empresas son viables económicamente.
Por lo tanto, en un mundo donde la acuicultura es una realidad y, en particular, la industria del salmón es una de las más destacadas, Chile forma parte de este liderazgo, como segundo productor mundial, siendo para la economía local, el principal exportador de alimento, representando el 7% de las exportaciones totales y contribuyendo con el 2.1% del PIB nacional (Banco Central de Chile).
Este posicionamiento conlleva una gran responsabilidad, por eso la innovación basada en ciencia es la clave para una mejor industria.
En mi rol laboral como gerente de una empresa proveedora de tecnología (Imenco Aqua), centraré el análisis en este segmento. Las empresas de tecnología buscan constantemente diferenciarse, agregar valor a sus productos y servicios, para ser preferidos por los clientes, esto es una condición para mantenerse vigente en un mundo altamente competitivo.
La innovación puede ser a nivel de productos, de procesos o bien modelos de negocios, ya sea que se genere de manera disruptiva o incremental. La investigación sobre el estado del arte y como llegar a patentar los nuevos desarrollos es una práctica cada vez más necesaria y recomendable.
En mi afán permanente de investigar, estudiar y analizar el entorno, veo con preocupación que algunas empresas para mantenerse visibles caen en la tentación de usar simplemente conceptos como la innovación, solo como etiquetas. Recientemente, en una charla en la que participé en calidad de audiencia, capturó mi atención que esto es algo más común de lo que uno podría suponer y es transversal a otras industrias.
De una manera bastante más dura y categórica, se ha escrito sobre este tema, con un potente y crítico mensaje como “La innovación puede ser puro teatro”, artículo de Steve Blank, algo sobre lo que debemos reflexionar, ya que el marketing puede ser seductor, pero al mismo tiempo se debe mantener la integridad, la innovación no es algo superficial.

Las empresas tecnológicas deben saber lidiar con el desafío de entregar soluciones al mercado y hacer innovación. Lo primero, a cargo del área comercial: marketing que se mide en función de las ventas, y todo el esfuerzo está puesto en el presente, es lo que se vende hoy.
En cambio, la innovación, está con la mirada en el futuro, en lo que se venderá en el mañana, requiere de otros tiempos, de un liderazgo o gobernanza propia, para hacer innovación real se requiere una estrategia, recursos, personal idóneo, es una tarea de largo aliento, con hallazgos, aciertos y errores, esto último como de manera muy acertada Thomas Edisson no llamaba fracasos, sino que había descubierto 999 formas de cómo no hacer una bombilla.
También hay casos emblemáticos donde el resultado de una innovación proviene desde otro sector industrial, por ejemplo, la cremallera fue inventada para cerrar grandes bultos y esto luego se traspasó a la industria del vestido, y muchos otros donde se consiguen simplemente por “accidente”, como en el campo de la medicina, fue el origen del viagra.
Regresando al concepto del título acerca de innovar contra la corriente, es una analogía para reforzar la idea “nadar” contra la tendencia actual. Si bien las fuerzas del marketing empujan para ser percibidos como innovadores, esto solo será meritorio y real, cuando sea consecuencia de un trabajo sistemático, basado en conocimiento científico, pruebas y validaciones que den respaldo técnico a la oferta de valor de los productos y servicios que se ofrecen en el mercado.
Una forma de hacer innovación es aprender e imitar a la naturaleza (Biomimicry), para intentar resolver desafíos tecnológicos. Un claro ejemplo de esto es el mecanismo de contracorriente, que está presente en la respiración de los salmones, durante la captación de oxígeno disuelto en el agua a nivel de las lamelas secundarias, donde la sangre circula en un sentido, y el agua en sentido opuesto, siendo un mecanismo de transferencia altamente eficiente, que ha sido imitado y se aplica en diferentes dispositivos, por mencionar uno, el intercambiador de calor.
He citado este ejemplo, no por casualidad, ya que, en un sistema de cultivo intensivo, el oxígeno disuelto es una variable crítica y disponer de dispositivos (difusores) que transfieran de manera eficiente este gas es algo que impacta positivamente en el crecimiento y bienestar de los peces. En este caso particular, respecto de los difusores de oxígeno, rigen los mismos principios de innovación antes mencionados.
En Imenco Aqua hemos trabajado en ensayos sistemáticos, metódicos, estandarizados y con base científica, para validar nuestras soluciones. Tampoco tengo dudas que la mayoría de los actuales desarrollos presentes en el mercado han transitado también desde una fase inicial de innovación, hasta convertirse en productos comerciales. Sin embargo, en lo que he sido crítico, es cuando por fines comerciales, se transgreden aplicaciones, atributos, propiedades, incluso alcances que van más allá de lo estrictamente para lo cual fueron diseñados dichos productos.
Un ejemplo concreto, son algunas de las publicaciones o campañas de marketing en torno a las propiedades de las nanoburbujas, que van más allá de lo estrictamente técnico, incluso omitiendo contextos relevantes al momento de compararse con otras tecnologías. En ciencia, los resultados mágicos, como la metáfora de aquellos productos que pretenden ser “bala de plata”, no forman parte del rigor científico.
En resumen, la invitación es volver a la esencia, a la ciencia que respalde los avances tecnológicos, si bien es un proceso lento y de largo plazo, siempre da sus frutos, y lo más importante es que esta forma de trabajar genera confianza tanto hacia “adentro”, hacia todos los que participan de una empresa y son testigos de estos esfuerzos, como hacia “afuera”, a los clientes que son los usuarios.
El trabajo en un laboratorio, en un banco de pruebas o cualquier unidad de investigación, exige paradojalmente no pensar en el marketing, (si bien los casos exitosos están destinados al mercado), solo exige ceñirse a los resultados y hallazgos. Finalmente, hay que hacer lo correcto porque es lo correcto.
Tal como Simon Sinek lo postula en su libro “El Juego Infinito”, las empresas deben tener un propósito, una causa justa que va más allá de los resultados, donde la excelencia permite a todos los jugadores (empresas) mantenerse vigentes, la trascendencia va más allá de las ganancias, es generar beneficios para todos. Por eso, es bueno nadar contra la corriente, no es ir contra los demás, sino tan simplemente volver al origen, a lo que nos motiva e impulsa a alcanzar nuestros fines.
* David Ulloa Walker. Doctor en Acuicultura, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Gerente General Imenco Aqua Chile. Fotografía: Imenco Aqua