Por Stephen Newman, Ph.D.*
Como si no hubiese hablado lo suficiente sobre sostenibilidad, me he sentido obligado a reiterar parte de lo que he dicho y añadir algunas cosas más. Cuanto más leo sobre sostenibilidad, más creo que hay confusión sobre lo que significa. ¿Qué es y qué no es? ¿Qué me hace estar cualificado para ofrecer mi punto de vista?
Cuento con más de 45 años de experiencia trabajando con la industria acuícola mundial, una licenciatura en Gestión de la Pesca y la Fauna Silvestre con especialización en Ecología y un doctorado sobre un vibrio que causa enfermedades en el salmón y el camarón de piscifactoría. Además, he dedicado miles de horas sobre el terreno en docenas de países asesorando sobre una amplia variedad de temas relacionados con la acuicultura y vendiendo productos para mejorar la salud animal y el medio acuático.
Como ya he escrito antes, aunque la definición pueda ser sencilla, el concepto no es simple.
Yo definiría la sostenibilidad como la capacidad de llevar a cabo una actividad de forma coherente y que pueda hacerse más o menos de la misma manera, generación tras generación. Aunque puede evolucionar con el tiempo, estas actividades no pueden afectar de forma negativa el entorno de producción de forma significativa, ni directa ni indirectamente.
Deben ser tales que los acuicultores puedan generar beneficios constantes, aunque hay fuerzas económicas mayores en juego, sobre todo la oferta y la demanda, que pueden repercutir en la rentabilidad a corto plazo. Desgraciadamente, como suele ocurrir con palabras similares, como “verde” o “ecológico”, el uso del término “sostenible” se ha convertido en un término de marketing que enturbia la realidad.
Si nos centramos en la cría de camarones, existen tres paradigmas de producción principales, que están superpuestos. Uno de ellos es extensivo, con densidades de población muy bajas y poco o ningún alimento añadido. Abonar los estanques puede ser todo lo necesario para garantizar una productividad óptima. El segundo es semiintensivo. Un ejemplo sería el sistema de producción dominante en Ecuador. La densidad de población oscila entre 10 y 24 organismos por m².
Las dietas de los camarones son alimentos compuestos y los estanques se airean. Por último, están los sistemas de alta densidad. Suelen ser estanques pequeños con revestimiento y pueden albergar cientos de organismos por m². Cada uno de estos sistemas tiene sus propias dificultades, aunque también tienen muchos elementos en común.
¿Puede considerarse que la cría de camarones, tal y como se practica actualmente, es una actividad sostenible? En conjunto, creo que no. Algunos elementos lo parecen, pero la mayoría no. Varias ONG están involucradas en el proceso de determinar, a menudo con la colaboración de los acuicultores, lo que consideran sostenible, y esto puede implicar cosas como tratar a los organismos de una forma que consideren humana, asegurarse de que otras ONG se ajustan a sus perspectivas, etc. Hablaremos de ello más adelante.
En acuicultura, la producción sostenible incluye la fabricación de alimentos y sus componentes. Esto abarca tanto las dietas para larvas como las de crecimiento. También involucra el tratamiento del agua antes, durante y después de su uso en los procesos de cría y en las fábricas de alimentos y plantas de procesamiento. Otros factores son la salud y la productividad de los organismos (supervivencia, tasas de crecimiento, etc.).
Algunos consideran que el trato “humanitario” de los animales también es un elemento crítico. Igualmente, se debe tener en cuenta el impacto del cambio climático en la capacidad de producir organismos de forma constante. Como este artículo es de opinión y no un tratado sobre sostenibilidad con referencias, etc., no va a ser exhaustivo.
A continuación, se muestran los puntos débiles. Cada uno de los componentes mencionados tiene sus consideraciones y, en algunos casos, existe una gran controversia sobre lo que debe cambiar y lo que puede cambiar para garantizar una verdadera sostenibilidad. Una cuestión muy importante es cómo se gestionan los flujos de residuos. Estos difieren en función del paradigma de producción.
Los residuos suelen contener mucha materia orgánica y proceden de diversas fuentes, como alimentos, heces y mudas, entre otras. La naturaleza del entorno de producción influye en la naturaleza del flujo de residuos. Los sistemas extensivos generan cantidades relativamente pequeñas de residuos, mientras que los intensivos pueden generar grandes cantidades.
Cuando los residuos se devuelven al medio ambiente sin tratar o, en algunos casos, parcialmente tratados, pueden añadir contaminantes (definidos aquí como nutrientes que favorecen la proliferación de algas y subproductos que pueden ser tóxicos al acumularse con el tiempo), lo que puede reducir la eficacia del proceso de producción.
El uso generalizado y el abuso de antibióticos, desinfectantes y productos comercializados basados en la pseudociencia, e incluso la contribución de algunos científicos bienintencionados cuyas investigaciones sugieren la utilidad de algunos compuestos que parecen estar bien adaptados según los estudios realizados en acuarios, contribuyen a la presencia de contaminantes potenciales. Los contaminantes son incompatibles con la sostenibilidad, en especial cuando se trata de nutrientes y/o materiales persistentes y no biodegradables.
Para muchas especies, sobre todo los camarones, el alimento supone un porcentaje importante del costo de producción. La inclusión de fuentes de proteínas de origen animal en los alimentos (en la actualidad, la harina de pescado constituye un porcentaje significativo) es controvertida para algunos grupos, mientras que otros se conforman con que principios ecológicos responsables y bien fundamentados científicamente garanticen su sostenibilidad.
La pesca suele estar “regulada”, aunque sería ingenuo pensar que eso significa que siempre se hace de forma responsable. Con el cambio climático, será probablemente difícil alcanzar la coherencia. Las fuentes de alimentación de los peces pueden cambiar y obligar a las poblaciones a desplazarse. Los cambios en las tasas de reproducción pueden influir en la dinámica de las poblaciones, lo que se traduce en un crecimiento más lento de los animales y una posible sobrepesca.
La harina de pescado es un ingrediente esencial en los alimentos para camarones de granja y muchos peces. Existe un gran interés por las harinas de insectos y otras fuentes de harinas de animales terrestres (aves de corral).
Hay datos sólidos que respaldan el uso de fuentes vegetales suplementadas capaces de sustituir parcial o incluso totalmente a la harina de pescado. Algunos se muestran escépticos al respecto y, con las recientes innovaciones genéticas, como las líneas que está produciendo CP, para optimizar las altas tasas de crecimiento puede ser necesario el uso de harina de pescado u otros sustitutos de la carne.
No es lo mismo criar un organismo de más de 38 gramos en menos de 90 días que producir uno de 15 gramos en el mismo plazo. La comunidad científica debe llevar a cabo una investigación sólida e imparcial en condiciones de campo con los controles adecuados para optimizar las raciones de alimentación, ya que el tonelaje sigue aumentando, no solo el de los camarones de granja, sino también el de los peces.
Para muchos, la salud es probablemente el aspecto más difícil de la producción de camarones (y peces). La cría de organismos en condiciones de estrés puede aumentar la susceptibilidad a patógenos obligados y oportunistas. La propia naturaleza de algunos paradigmas de producción, en los que no se controla la presencia de otros crustáceos, como cangrejos, además de peces, garantiza que el entorno sea tal que los patógenos puedan estar presentes e incluso evolucionar.
Cuanto más cerca están unos organismos de otros en los sistemas de producción de alta densidad, mayor es la posibilidad de que los patógenos se transmitan entre ellos. Es importante entender la distinción entre enfermedad y patógeno. Muchos patógenos pueden estar presentes en organismos sanos, sin que se manifieste una patología.
La enfermedad es un proceso patológico en el que una bacteria, un virus, una(s) toxina(s), metales pesados, venenos y/o parásitos, etc., causan daños estructurales a un organismo que dan lugar a cambios manifiestos en su aspecto, función y capacidad de supervivencia. Puede ser crónica, aguda o transitoria, y el sistema inmunitario de los organismos se enfrenta a la invasión y los afectados recuperan la salud. La mera presencia de un patógeno no implica necesariamente la aparición de un brote de enfermedad.
Algunas de las herramientas disponibles para mitigar el impacto de las enfermedades son las vacunas, que se utilizan comúnmente en piscicultura, por lo general contra patógenos específicos, y los estimulantes inmunológicos no específicos, como las paredes celulares genéricas de las bacterias, como el LPS y el PG, y de las levaduras, como los glucanos, que se emplean en la cría de camarones.
Una amplia variedad de sustancias homeopáticas también tiene el potencial de ayudar en el control y la prevención de enfermedades, aunque no siempre funcionan igual en el laboratorio que en el campo. Lo mejor para combatir las enfermedades es evitarlas. Cuando esto no es posible o no es práctico, deben hacerse esfuerzos para minimizar la carga de patógenos y maximizar la capacidad del organismo para tolerar la exposición.
Los organismos libres de patógenos específicos (SPF, por sus siglas en inglés) desempeñan un papel importante a la hora de minimizar la presencia de patógenos específicos. Por lo general, estos no están libres de todos los patógenos, pero ciertos patógenos han sido eliminados de los reproductores y cada etapa de la vida se produce de manera consistente para mantener estos patógenos específicos fuera del sistema de producción.
No es práctico ni posible eliminar todos los patógenos potenciales, ya que muchos son oportunistas, pero los sistemas de recirculación acuícola (RAS, por sus siglas en inglés) pueden diseñarse para minimizar la exposición potencial. La sostenibilidad no exige la ausencia de enfermedades, sino que se controlen, en la medida de lo posible, los factores que contribuyen a la susceptibilidad.
Esto incluye garantizar una nutrición adecuada, que varía en función de la especie y el entorno, así como mantener los patógenos por debajo de los niveles máximos y garantizar que se minimicen los factores que contribuyen a la susceptibilidad. Los constantes brotes masivos de enfermedades garantizan que el sistema no sea sostenible.
Otro elemento clave de la sostenibilidad es la rentabilidad. El mercado debe estar dispuesto a pagar lo suficiente por el producto para que el productor obtenga un beneficio que justifique el esfuerzo realizado. La cadena de suministro tiene múltiples eslabones, todos los cuales deben obtener beneficios. Si la producción se limita de tal manera que no es posible generar beneficios, la cadena de suministro colapsará o, lo que es peor, desarrollará medios poco éticos, inmorales y/o ilegales para seguir funcionando.
Algunos intentan amoldar la forma como se producen los organismos a sus propias ideas y, si otros no están de acuerdo, argumentan que esa falta de conformidad equivale a insostenibilidad. Un ejemplo reciente es la advertencia de que la extirpación del pedúnculo ocular del camarón adulto para inducir el desove es cruel.
Hay datos sólidos que demuestran que los beneficios económicos de hacerlo de forma que se minimice la incomodidad del camarón (utilizando unas pinzas calientes para pellizcar el pedúnculo ocular) superan con creces los costos de no hacerlo. Que los camarones sientan o no dolor no es fundamental para el concepto de sostenibilidad. La cuestión es que la sostenibilidad no consiste tanto en ser amables con los animales que consumimos como en desarrollar métodos científicos rentables, racionales y reproducibles para producir alimentos.
Muchos sostienen que la carne cultivada en laboratorio cubrirá esta necesidad y podremos dejar de comer carne de animales. No creo que esto ocurra como muchos quieren hacernos creer. Los seres humanos somos animales y nos dejamos llevar por nuestra naturaleza. No estoy diciendo que la mitigación de la crueldad hacia los animales no sea importante. Sin embargo, debe basarse en datos científicos sólidos y tener en cuenta las repercusiones económicas y la naturaleza del animal criado.
Una vez que haya cierto consenso sobre lo que constituye la sostenibilidad, el siguiente reto será averiguar cómo verificar que quienes afirman ser sostenibles se ajustan de hecho al consenso. Varias ONG están vendiendo sus planteamientos y, por el momento, no existe un acuerdo generalizado y universal sobre si lo que defienden es realmente el camino hacia la sostenibilidad.
Hay cientos de miles de granjas de camarones y peces en todo el mundo. Garantizar que todas ellas cumplan la normativa en todo momento es una tarea monumental que es probable no pueda llevarse a cabo desde el punto de vista económico. Consolidar e integrar verticalmente estas industrias, como se ha hecho con el salmón de piscifactoría, será todo un reto.
El único aspecto que no he tratado es la corrupción. Es lamentable, pero es un aspecto que se da en muchos países donde se cría camarón. Algunas empresas y, en algunos casos, funcionarios públicos, incluidos los reguladores, aceptan compensaciones a cambio del uso de productos. Se trata de un enorme impedimento para la sostenibilidad y, hasta que desaparezca, hay pocas esperanzas de que, aunque se cumplan todos los demás criterios, se pueda considerar que la industria es sostenible.
En conclusión, no parece haber un consenso universal sobre lo que constituye la sostenibilidad. Las consideraciones económicas son importantes, ya que las prácticas sostenibles también deben garantizar la rentabilidad. Intentar crear un sistema “perfecto” puede aumentar los costos y, en última instancia, reducir la demanda. El marisco producido por la acuicultura puede convertirse en un artículo de lujo, fuera del alcance económico del consumidor medio en los países que dependen en gran medida de la importación de marisco.
* Stephen G. Newman es licenciado en Conservación y Gestión de Recursos (ecología) por la Universidad de Maryland y doctor en Microbiología Marina por la Universidad de Miami. Tiene más de 40 años de experiencia trabajando en diversos temas y enfoques de la acuicultura, como la calidad del agua, la sanidad animal y la bioseguridad, con especial atención al camarón y los salmónidos. Fundó Aquaintech Inc. en 1996 y sigue siendo su director general. Se centra en la prestación de servicios de consultoría sobre tecnologías microbianas y bioseguridad en todo el mundo.
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